s t a t e m e n t
27 August 2016
Tengo un recuerdo muy vívido de la primera vez que vi un dibujo: mi madre estaba sentada en su cama, a contraluz de una ventana que le dejaba un contorno anaranjado. Ella, tomando un lápiz y sin detenerse, armó la figura de un elefante. Sin apartar mi mirada de la punta del lápiz, vi cómo el punto hizo una línea, la línea una forma y la forma un significado. Esa experiencia marcó un despertar estético que aún orienta la forma en que me acerco a la creación: en diálogo con el material, acompañando lo que las manos revelan mientras buscan sentido.

De ese modo de mirar y hacer surgió una práctica que entiende la gráfica como un territorio expandido, capaz de atravesar soportes y desplazarse entre papel, objeto y forma.

Recientemente, ese impulso de traducción entre lenguajes me ha llevado al encuentro entre el grabado, la cerámica y la escultura, explorando cómo el gesto gráfico puede adquirir cuerpo en lo tridimensional y generar otras relaciones entre materia, espacio y experiencia.